Esta película basada en una novela de Tennesse Williams del mismo nombre y llevada al cine por José Quintero, nos cuenta la historia de una mujer madura actriz de teatro en plena decadencia profesional, que al realizar su última obra se da cuenta que ya no es tan brillante como lo fue en otro tiempo, casada con un hombre mayor que ella que fallece repentinamente en un avión literalmente en los brazos de la señora Stone. En su viaje a Roma la madame encargada de organizar encuentros entre señoras de clase alta con jóvenes que ofrecen sus servicios de compañía, le presenta a un joven cazafortunas interesado en que la señora Stone solicite su compañia a cambio de una suntuosa cantidad de dinero, al principio Stone rehacía a esta clase de encuentros no cede a la proposición sibilina de la Madame. Pero poco a poco abrirá su corazón a este gigoló con aires de grandes grandeza y es que Warren Beatty (el que fuera marido de la maravillosa Annette Benning) no me convence haciendo de guapo, acaparando más protagonismo que la propia Vivien Leigh, parece estar imitando al propio Marlon Brando a pesar que Beatty no se parece a Brando ni por equivocación. Vivien Leigh con ese rostro de absoluta tristeza y esa mirada vidriosa y melancólica me rompió un poco el alma, maravillosa como no podría ser de otra manera. Me gusta mucho esa profundidad emocional que Leigh otorga a su personaje, algo difícil en cierta manera, ya que sería fácil frivolizar y decir simplemente que a esta mujer le gustaba pasarlo bien, pero no va por ahí la historia, pues nos está ofreciendo una variedad de subtemas, como el miedo a la soledad, al vacío de terminar sola, o el fracaso profesional.
Stone lo que en realidad desea es que la quieran por lo que es y no por lo que tiene, nos llegamos a creer que el gigoló cede a ese amor pero no deja de ser un engaño, como Beatty manipula los sentimientos de esta mujer para conseguir su propósito y en parte Stone se deja engañar con la ilusión de que eso puede ser amor.
No comparto esa idea de que una mujer madura necesite intensamente una compañia masculina y que incluso tenga que pagar por ello, no lo juzgo, pero creo que las mujeres valemos más que eso. Siempre he pensado que las mujeres que pagan a los hombres lo hacen más para no estar solas o para llenar algún vacío que por el sexo propiamente, hay algo emocional que tiene que ver con el sentirse queridas y deseadas. Desde luego que los hombres no saben ver eso, ellos sólo se fijan en que tengan una buena delantera y que sean jóvenes, ¿en que momento desaparecieron los caballeros?, esos hombres galantes que nos trataban como reinas, sensibles y románticos.
Quizá la señora Stone en algún momento fue feliz con el gigoló, pero desde luego que el personaje de Beatty no me parece un caballero en absoluto. Y ese final tan poco esperanzador uno se va pero otro vuelve, no hace más que aumentar ese círculo vicioso en el que Stone se encuentra sumida. Sólo espero que salga pronto de esa "primavera Romana" y que algún día al asomarse al balcón se encuentre a ese caballero que morirá de amor por ella sin necesidad de pagarle, pues sus sentimientos serán tan nobles como profundos, ese hombre que será capaz de valorar la belleza interior de una mujer madura que en algún momento de su vida dejó de quererse. Señora Stone, nunca es tarde para enamorarse.. de verdad.
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Maravillosa Leigh a sus 47 años. |
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